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LaminaTOTALLA PRIMERA PIEDRA ANGULAR DE LA MISIÓN: CONSAGRACIÓNRomanos 8:19-23“Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios…en la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción…sabemos en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. Pero no sólo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando para que Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo”.Éxodo 19:10-11“Después el Señor dijo a Moisés: Regresa a tu pueblo y purifícalos hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día, porque al tercer día bajará el Señor sobre la montaña del Sinaí a la vista de todo el pueblo.”Levítico 11:44“Yo soy el Señor, su Dios, y ustedes deben santificarse y ser santos, porque Yo soy santo.”A lo largo de la historia, en el Antiguo y Nuevo Testamento, se habla de la consagración. A lo largo de la historia de la iglesia, la palabra consagración aparece en muchas distintas maneras. La más inspiradora es la que viene de las personas que a través de su consagración, han logrado detener guerras y plagas.La palabra consagración se define como hacer o declarar como sagrado, dedicar formalmente a un propósito divino.Como primera Piedra Angular de la Misión, la Consagración es el primer paso para cambiar nuestras vidas. En cualquier vida hay un momento y un lugar en el que repentinamente, nos enfrentamos a preguntas que no podemos responder acerca de quiénes somos y de nuestro futuro. Momentos en los que comenzamos a buscar respuestas. Tiempos en los que el Espíritu Santo viene a nosotros inesperadamente, y en ese mismo instante comenzamos a sentir que nuestro corazón se conmueve. Es en esos momentos de gracia, que la llamada del Padre viene a su hijo. Es entonces cuando muchos de nosotros reconocemos que no conocemos a Dios como deberíamos; no sentimos ese lazo entre un Padre y su hijo.En ese momento, es el Espíritu Santo quien entra y extiende la gracia de Dios, su invitación. Sabemos en nuestro corazón que tenemos que cambiar, pero ya que muchos de nosotros somos tibios, nos encontramos sirviendo a dos amos, de tal manera que nos da miedo renunciar a las cosas que poseemos de este mundo para poder seguir a Dios. Es en este preciso momento donde pedimos ayuda a Dios, porque reconocemos que no podemos hacer este cambio solos.Es en este punto que sabemos que debemos declararnos de una vez y para siempre, porque a menos que demos a Dios todo lo que somos, todo lo que tenemos, nos quedamos en medio, ni calientes, ni fríos. Y el Señor nos dice en el libro de Revelaciones 3;15-17: “Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero eres sólo tibio; ni caliente ni frío. Por eso voy a vomitarte de mi boca”.A medida que escuchamos lo que el Espíritu Santo está diciendo, sabemos que una vez que entremos por esta puerta, será por pura gracia de Dios que nunca volvamos a ser hijos del mundo, habiendo conocido a Dios. Porque muchos de nosotros no conocemos una vida espiritual que nos de la fuerza que necesitamos para evitar la tentación y el pecado. Es aquí que necesitamos la fortaleza de las gracias que encontramos en el acto de consagración, para renovarnos diariamente en nuestra búsqueda.En esta plática nos concentraremos en la consagración individual y parroquial; ya que la Misión es promotora también de todas las diversas formas de consagración, desde personas hasta de países. Ha compilado un manual de consagración, juntamente con la Iglesia, que explica con gran detalle la importancia de la consagración y lo que debe hacerse a cada paso.Cuando el acto de consagración nos ha sido explicado adecuadamente y hemos sido preparados para nuestra consagración, esto denota nuestro deseo de imitar a Cristo. La consagración a la que nos referimos para la persona laica, tiene sus orígenes en el bautismo, pero es experimentada como adulto en una consagración más cercana, que está totalmente dedicada a Dios, ya que la consagración es un signo especial del misterio de la Redención.De acuerdo con Lumen Gentium 31&2, “para aquellos que están en este camino estrecho, animan a sus hermanos con su ejemplo, y proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas.”Es la segunda venida de Cristo, la que ha de ser el punto en el que nuestros ojos se fijen: Se dice que: “el Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí una ciudad permanente y es Cristo quien a la vez es el origen y el sol naciente de nuestra vida”. Como miembros de esta Misión, nuestra primera consagración es al Inmaculado y Doloroso Corazón de María y al Sagrado Corazón de Jesús. Con el tiempo, y de acuerdo a la progresión de cada persona , la segunda consagración de la Misión es al Casto Corazón de San José, y tiempo después, la consagración final es al Corazón de Dios Padre.San Maximiliano Kolbe escribió: “Por donde sea que entres, obtienes la gracia de la conversión y del crecimiento en santidad, ya que es a través de tus manos que nos llega toda gracia del Sacratísimo Corazón de Jesús. María es la Mediadora de todas las gracias, es por ello que la gracia de la conversión vendrá por medio de ella, ya que la consagración a la Santísima Madre no es una acción pasajera. Para que dé fruto, debe ser vivida”.Hemos de recordar que Jesús, como uno de sus últimos actos, le dio el mundo a su Madre, y su Madre al mundo; en efecto, Jesús consagró a todos aquellos que se convertirían en parte de su cuerpo místico, a través del Inmaculado y Doloroso Corazón de su Madre. La Madre a la que ni Él ni el Padre pueden negar ninguna gracia, ninguna súplica, de este Corazón de María que obtiene la gracia de la conversión y profundidad de santidad para aquellos que la invocan a través de su consagración.La consagración es una renuncia total al pecado, a la tentación del mal y al diablo. Es una ofrenda irrevocable al Corazón de María y a través de él, al Corazón de Jesús como una respuesta a Su amor. Con esta consagración, nuestra consagración bautismal a Dios es ahora conscientemente renovada y profundizada.Si consagramos nuestros corazones, nuestro ser, nuestro futuro, todo lo que somos y todo lo que tenemos, a la intercesión de los Dos Corazones, Ellos volverán a hacer nuevos nuestros corazones a fin de que podamos empezar a actuar, pensar, hablar y sobre todo a amar como Ellos aman.Santa Margarita María Alacoque nos dice que Jesús le explicó que todos aquellos Católicos tibios que se consagraran al Sagrado Corazón de Jesús, se volverían apasionados y los apasionados alcanzarían rápidamente una gran perfección.Los Dos Corazones son inseparables ya que el Corazón de María fue el primero en adorar el Corazón de Jesús. El Corazón de la Madre está en el Corazón del Hijo. Cuando el joven soldado clavó su lanza en el Sagrado Corazón, también el Inmaculado Corazón fue traspasado con dolor. Donde está el Hijo, está también la Madre. En términos claros sólo podemos consagrarnos a Dios, pero como Jesús es Dios hecho hombre, descubrimos que la consagración está por tanto disponible para nosotros. Cuando nos consagramos a María, lo hacemos de una manera extendida, según lo que la Iglesia ahora nos instruye; lo hacemos como un compromiso o una ofrenda. Con la consagración al Inmaculado y Doloroso Corazón, nos consignamos a Jesús. Santa Margarita María escribió: “que no hay camino mas rápido a la perfección, y medio más seguro de salvación, que la consagración al Corazón de Dios.”Cuando un acto de consagración es realizado en una parroquia, por los individuos de esa parroquia, multiplica los recursos espirituales para la conversión a la santidad de su asamblea. Estos actos de consagración individual y a nivel parroquia son también para el bien de todo el cuerpo de Cristo.Este tipo de consagración establece a la persona que vive en el mundo, en la oración, la penitencia y en el servicio a sus hermanos de acuerdo al estado de vida y los dones espirituales dados a cada persona. Todos los miembros de esta Misión, que son consagrados de esta manera, trabajan para la santificación del mundo, especialmente desde dentro.De acuerdo con el Papa Pio XII en su Provida Mater, por una vida perfecta y enteramente consagrada a tal santificación, los miembros de instituciones (como esta Misión) comparten con la Iglesia la tarea de la evangelización en el mundo, y desde el mundo, donde su presencia actúa como levadura en el mundo…su testimonio de una vida cristiana busca ordenar las cosas temporales conforme a Dios e informa al mundo con el poder del Evangelio. Observan entre ellos la comunión y la hermandad propia a su forma de vida secular…”Los miembros consagrados de la Misión, llevan una vida de hermandad y comunión, de acuerdo a una forma de vida particular y aspiran a la perfección de la caridad. Aquel que por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a Él como al sumamente amado, se consagra, de esta manera, aún más íntimamente al servicio divino y se entrega al bien de la Iglesia. Nuestro ejemplo es vivir nuestra consagración. Así como la consagración nos dedica al servicio de la Iglesia, estamos obligados en forma especial, a participar en el trabajo misionero de acuerdo al carácter de esta Misión.Nosotros como miembros consagrados de esta Misión, servimos a la misión salvífica de la Iglesia; actuar en su nombre, proclamar la fe y sembrar su reino. Dentro de esta Misión, se nos participa de Su Misión.Trabajamos en medio del mundo y de cuestiones seculares, llamados por Dios a esta Misión a través del vigor de nuestro espíritu cristiano. Son también los laicos quienes comparten el sacerdocio de Cristo, aún más unidos con Él y así cumplen con su llamado a la santidad. Son los laicos los que tienen una misión profética de ser testigos de Cristo en todas las cosas y en el corazón de la comunidad de la humanidad.
Dentro de está Misión tenemos, por así decirlo, una “Misión Regia”, como nos dice la Iglesia, de arrancar de raíz el reinado del pecado dentro de nosotros mismos y en el mundo, por nuestra propia abnegación y santidad de vida. Hemos olvidado como católicos que nosotros, como laicos, participamos en el sacerdocio de Cristo. Fue Cristo quien hizo de la Iglesia un reino de sacerdotes para Su Dios y Padre. Toda la comunidad de creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercitan su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno de acuerdo a su vocación, en la misión de Cristo como sacerdote, profeta y rey. Por medio de los sacramentos del bautismo y la confirmación, los fieles son consagrados para ser un sacerdocio santo. De este modo, este sacerdocio común de los fieles, participa junto con el sacerdocio ministerial y jerárquico, cada uno a su propio modo, en el único sacerdocio de Cristo. Desafortunadamente, muchos de nosotros hemos olvidado, o nunca supimos esta enseñanza del Catecismo de nuestra Iglesia. Como tal, es nuestra responsabilidad aprender estos aspectos tan importantes de nuestra fe y es a través de nuestra consagración, que empezamos a querer aprender más sobre nuestra fe, debido a nuestro siempre creciente amor a Dios.Y por ultimo, después que las parroquias han sido consagradas, es el trabajo de la Misión ayudar a guiar al individuo y a las familias al siguiente nivel. Es en este momento, que nuestros equipos dentro de las parroquias y nuestros equipos de la Misión que establecen los cenáculos de oración, entran en acción para dar seguimiento a las personas que acaban de hacer su consagración. A partir de entonces, es tarea de los equipos de personas en las Buenas Obras de la Misión, ayudar a que los feligreses de la parroquia participen activamente en las diversas plataformas de la Misión, donde las personas trabajan para edificar esa parroquia y su comunidad.Nos consagramos como individuos, familias y parroquias, con completa confianza al amor de nuestro Padre, para que podamos servirlo y servirnos los unos a los otros, en un mundo que está demandando rápidamente que llevemos acabo este acto para ayudarnos a provocar la venida de Cristo al mundo. ¡Ven Señor Jesús, ven a tus siervos y a este mundo agitado!.
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