La Ascensión de Nuestro Señor

Galileos, ¿por qué permanecéis mirando al cielo? Este Jesús, que de entre vosotros ha sido llevado al cielo, volverá así tal como le habéis visto marchar al cielo” Hch 1,11. Es muy normal, cuando estamos en la presencia de Dios, querer permanecer allí para siempre. Al igual que sucedió durante la transfiguración de Nuestro Señor en que Pedro quería hacer tres chozas, así ahora cuando los Apóstoles ven cómo Jesús asciende a los cielos, parece que quieran permanecer inmóviles, sin tener que seguir adelante. Jesús ya les había dicho que fueran e hicieran discípulos a todas las naciones (Mt 28,19), sin embargo primero tenían que ser revestidos de poder desde lo alto (Lc 24,49). Es por ello que este tiempo entre la Ascensión de Nuestro Señor y Pentecostés es tan importante. Los Apóstoles obedecieron a Jesús y permanecieron en la ciudad esperando la promesa del Padre. Con un mismo corazón se unieron en oración constante con la Virgen María hasta que recibieron al Espíritu Santo para ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Obedezcamos también nosotros a Nuestro Señor y no nos dispersemos, más bien unámonos en oración constante acompañados por nuestra Madre Santa María, esperando recibir la promesa del Padre, Su Santo Espíritu. De modo que cuando llegue Pentecostés, en lugar de encontrarnos añorando el pasado, nos encuentre listos y dispuestos nuestros corazones para recibir una nueva efusión de Su poder para continuar con nuestra Misión y producir fruto abundante que perdure.